Al final, las pequeñas cosas siempre son las que más sentido tienen.
Una y otra vez veo esta sentencia como un dogma, como aquello que, sabiendo que es cierto, siempre descuidamos más y nunca le damos demasiada importancia. Al no darle demasiada importancia, esas pequeñas cosas se van descuidando, desmejorando y, con el paso de los largos años, se van deteriorando hasta que al final se mueren.
Una vez muertas, se nos desgarra el alma al ver que no podemos recuperarlas y que el curso de nuestra vida, desde que esas pequeñas cosas murieron, cambió y ya nunca volverá a ser como fue entonces, aunque a veces puede que el deshacernos de esas pequeñas cosas nos cambie para mejor, casi siempre es para peor.
Mi consejo es tener pocas cosas pequeñas, bien cuidadas y bien regadas, que cuando quiera pueda ir a un banquito dentro de mi jardín, en mi cabeza y poder contemplar como esas pequeñas cosas lucen como los mejores arbustos de plantas aromáticas y que su olor impregna todo mi ser.