Me estoy quitando. Supero mi dependencia. Cada vez acudo menos al médico, menos morfina. He bajado del gramo diario. ¡Esto está de puta madre! Aunque, de hecho, no me sirve de una mierda. Si mis colegas estuvieran aquí para verme… Pero no, no están. ¿Qué dónde están? Tres murieron de sobredosis, otro se largó a México y el otro… ¡A saber donde está!
Queda lejos, muy lejos mi anterior conversación coherente con alguien. Lo último que recuerdo fue que tuvo lugar cerca de las ramblas con una rubia despampanante. ¡Sí! Julieta se llamaba. A su paso dejaba rastro, no de ella, claro, era rastro de los babosos que la miraban con miradas de lascivia. Era lo que comúnmente se conoce como una calientabraguetas.
¿Qué habrá sido de ella? Ella también se enganchó… no a la morfina. Lo suyo fue de coca y caballo… juntamente con grandes dosis de sexo fuerte. Le molaba verse rociada por ligeras lluvias doradas y despertarse con magulladuras por todo el cuerpo, sintiendo una gran necesidad de consumo.
¡Charly sí que era un camello! Te regalaba de vez en cuando algún tipo de sustancia, eso si, siempre con nombres de lo más extraños posibles… debe ser que su afición al satanismo lo llevó más lejos de la cuenta y su locura le ayudó a dar el paso que él esperaba. Apareció una mañana en medio de una cueva. Las paredes pintadas, restos de cera de vela negra. Algunos afirmaban que vieron salir tres siluetas con capas largas hasta los pies. Móvil del crimen, ofrenda al diablo. ¿Que, qué hizo para ser él la ofrenda? Digamos que según el veredicto del juez, fue un ajuste de cuentas sumado a un colocón de anfetas y coca en el que no reconocía ni a su puta madre.
Pero dejemos de hablar de esa gente, fantasmas de mi pasado que, en su día me ayudaron pero que ahora no son más que eso, fantasmas. Vosotros estáis aquí y queréis saber mi verdadera historia, eso es lo que os voy a contar, mi historia. Mi vida. La vida de un niño que nació huérfano y tuvo que crecer en lo que se conoce como “el mercado de la droga”. Sin familia alguna, tuve que subsistir, sufrir miradas y críticas por parte de la gente más adinerada de Barcelona que acudía a mi zona para adquirir su “medicina” para poder estar mejor… Mi historia comienza aquí.
Queda lejos, muy lejos mi anterior conversación coherente con alguien. Lo último que recuerdo fue que tuvo lugar cerca de las ramblas con una rubia despampanante. ¡Sí! Julieta se llamaba. A su paso dejaba rastro, no de ella, claro, era rastro de los babosos que la miraban con miradas de lascivia. Era lo que comúnmente se conoce como una calientabraguetas.
¿Qué habrá sido de ella? Ella también se enganchó… no a la morfina. Lo suyo fue de coca y caballo… juntamente con grandes dosis de sexo fuerte. Le molaba verse rociada por ligeras lluvias doradas y despertarse con magulladuras por todo el cuerpo, sintiendo una gran necesidad de consumo.
¡Charly sí que era un camello! Te regalaba de vez en cuando algún tipo de sustancia, eso si, siempre con nombres de lo más extraños posibles… debe ser que su afición al satanismo lo llevó más lejos de la cuenta y su locura le ayudó a dar el paso que él esperaba. Apareció una mañana en medio de una cueva. Las paredes pintadas, restos de cera de vela negra. Algunos afirmaban que vieron salir tres siluetas con capas largas hasta los pies. Móvil del crimen, ofrenda al diablo. ¿Que, qué hizo para ser él la ofrenda? Digamos que según el veredicto del juez, fue un ajuste de cuentas sumado a un colocón de anfetas y coca en el que no reconocía ni a su puta madre.
Pero dejemos de hablar de esa gente, fantasmas de mi pasado que, en su día me ayudaron pero que ahora no son más que eso, fantasmas. Vosotros estáis aquí y queréis saber mi verdadera historia, eso es lo que os voy a contar, mi historia. Mi vida. La vida de un niño que nació huérfano y tuvo que crecer en lo que se conoce como “el mercado de la droga”. Sin familia alguna, tuve que subsistir, sufrir miradas y críticas por parte de la gente más adinerada de Barcelona que acudía a mi zona para adquirir su “medicina” para poder estar mejor… Mi historia comienza aquí.