ASENTAMIENTOS
Las ciudades: las ciudades iberas[ estaban construidas en cerros altos que les daban una importante ventaja frente a los enemigos. Estaban amuralladas por muros de piedras y adobe, sobre los que se intercalaban torres de vigilancia y las puertas a la ciudad. Algunas de estas ciudades eran muy numerosas en cuanto a población, llegando a ser hasta de 10.000 personas, como en Numancia. Estas ciudades lo eran todo para sus habitantes, dentro tenían sus casas que solían ser de planta rectangular y también estaban hechas de adobe sobre una base de piedras a modo de cimientos. Las ciudades estaban bien organizadas, tenían calles asfaltadas de piedras, sobre las que podían circular mejor los carros, y a ambos lados de éstas había aceras, de apenas un metro, por las que transitaban los habitantes. Se han encontrado restos de lo que podían ser grandes desagües para los desechos (excrementos). También hay restos de morteros de piedra con los que moler el grano y otros cereales para preparar alimentos.
Fortificaciones: cuando las ciudades caían frente al enemigo, la población huía hacia las fortificaciones que tenían como último refugio. Los ciudadanos de las mismas tribus, e incluso de otras, solían ayudarse cuando había algún conflicto. Las ciudades de todas las tribus tenían un contacto permanente, e incluso contrataban gran número de soldados para sus guerras. Al mando de las ciudades estaba constituido un consejo, que tomaba las decisiones importantes.
SOCIEDAD
La sociedad ibera, estaba fuertemente jerarquizada por varias castas sociales muy dispares, todas ellas con una perfecta y bien definida misión para hacer funcionar correctamente una sociedad que dependía de ella misma para mantener a su ciudad.
La casta guerrera: su casta guerrera y noble era la que contaba con más prestigio y poder dentro de estas, también tenían gran importancia la casta sacerdotal, en la que las mujeres, como se observa en los túmulos funerarios, eran el vínculo de la vida y la muerte.
La casta sacerdotal: las sacerdotisas gozaban de gran prestigio, ya que eran las que estaban en continuo contacto con el mundo de los dioses, aunque también había hombres que desarrollaban una tarea mística, prueba de ello son los sacerdotes lusitanos, que leían el futuro en los intestinos de los guerreros enemigos.
La casta artesana: otra de las castas era la de los artesanos, apreciados porque de ellos salían los ropajes con los que se vestían y resguardaban del frío, los que elaboraban calzado, los que modelaban vasijas en las que guardar agua y alimentos y, sobre todo, por ser los que les hacían, a medida, armas y armaduras con las que se distinguían de las otras castas más bajas.
Otras castas: finalmente estaba lo que se podría llamar "el pueblo llano", gente de distintos oficios que se dedicaban a los trabajos más duros.
Caballos y mulos: aparte de las armas, poseer caballos otorgaba también gran prestigio y reflejaba poder, nobleza, y formar parte de la clase más pudiente. Los mulos también eran muy apreciados y muy bien pagados, ya que eran los que transportaban grandes cantidades de casi cualquier cosa.
Las ciudades: las ciudades iberas[ estaban construidas en cerros altos que les daban una importante ventaja frente a los enemigos. Estaban amuralladas por muros de piedras y adobe, sobre los que se intercalaban torres de vigilancia y las puertas a la ciudad. Algunas de estas ciudades eran muy numerosas en cuanto a población, llegando a ser hasta de 10.000 personas, como en Numancia. Estas ciudades lo eran todo para sus habitantes, dentro tenían sus casas que solían ser de planta rectangular y también estaban hechas de adobe sobre una base de piedras a modo de cimientos. Las ciudades estaban bien organizadas, tenían calles asfaltadas de piedras, sobre las que podían circular mejor los carros, y a ambos lados de éstas había aceras, de apenas un metro, por las que transitaban los habitantes. Se han encontrado restos de lo que podían ser grandes desagües para los desechos (excrementos). También hay restos de morteros de piedra con los que moler el grano y otros cereales para preparar alimentos.
Fortificaciones: cuando las ciudades caían frente al enemigo, la población huía hacia las fortificaciones que tenían como último refugio. Los ciudadanos de las mismas tribus, e incluso de otras, solían ayudarse cuando había algún conflicto. Las ciudades de todas las tribus tenían un contacto permanente, e incluso contrataban gran número de soldados para sus guerras. Al mando de las ciudades estaba constituido un consejo, que tomaba las decisiones importantes.
SOCIEDAD
La sociedad ibera, estaba fuertemente jerarquizada por varias castas sociales muy dispares, todas ellas con una perfecta y bien definida misión para hacer funcionar correctamente una sociedad que dependía de ella misma para mantener a su ciudad.
La casta guerrera: su casta guerrera y noble era la que contaba con más prestigio y poder dentro de estas, también tenían gran importancia la casta sacerdotal, en la que las mujeres, como se observa en los túmulos funerarios, eran el vínculo de la vida y la muerte.
La casta sacerdotal: las sacerdotisas gozaban de gran prestigio, ya que eran las que estaban en continuo contacto con el mundo de los dioses, aunque también había hombres que desarrollaban una tarea mística, prueba de ello son los sacerdotes lusitanos, que leían el futuro en los intestinos de los guerreros enemigos.
La casta artesana: otra de las castas era la de los artesanos, apreciados porque de ellos salían los ropajes con los que se vestían y resguardaban del frío, los que elaboraban calzado, los que modelaban vasijas en las que guardar agua y alimentos y, sobre todo, por ser los que les hacían, a medida, armas y armaduras con las que se distinguían de las otras castas más bajas.
Otras castas: finalmente estaba lo que se podría llamar "el pueblo llano", gente de distintos oficios que se dedicaban a los trabajos más duros.
Caballos y mulos: aparte de las armas, poseer caballos otorgaba también gran prestigio y reflejaba poder, nobleza, y formar parte de la clase más pudiente. Los mulos también eran muy apreciados y muy bien pagados, ya que eran los que transportaban grandes cantidades de casi cualquier cosa.
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