viernes, 21 de marzo de 2008

Llovían bombas...


“La mañana del 17 de Marzo de 1938, mi madre emprendió el viaje que acostumbraba hacer. Salió de casa al alba (...)Conservo el recuerdo vivo de haber sacado la cabeza por la ventana de mi habitación mientras ella, la mujer de ahora en adelante desconocida, caminaba con su abrigo, el sombrero, el bolso, hacia la ausencia definitiva de nosotros y de sí misma: la abolición, el vacío, la nada.

Había ido de compras al centro de la ciudad y allí la llegada de los aviones la cogió cerca del cruce de la Gran Vía y el Paseo de Gracia. Fue también una extraña para los que, pasada la alerta, recogieron del suelo a aquella mujer tan joven para toda la eternidad. (...), la señora que, con el abrigo, el sombrero, los zapatos de tacón, se aferraba al bolso donde guardaba los obsequios destinados a sus hijos y que, días después, estos, con trajes teñidos de negro, como obligaba entonces la costumbre, recibieron en silencio de manos de tía Rosario: una novela rosa para Clara; obras de Doc Savage y la Sombra para José Agustín; un libro de cuentos ilustrados para mí; unos muñecos de madera para Luis, que se quedarían tirados en el desván, sin que mi hermano los tocara nunca”
JUAN GOYTISOLO, Coto vedado, Seix Barral, 1985.

1 comentario:

Bettie dijo...

Te puedes creer que me has hecho llorar...?


Bueno, esque hoy estoy sensible...